Bóveda de crucería de arista. Torres de Quart, Valencia

sábado, 2 de octubre de 2010

En el principio fue la roca



Cuando se contempla una construcción monumental realizada en piedra, la mayoría de los espectadores no reparan en que todo ese volumen de material debió de salir de algún sitio. De algún lugar hubo que arrancar las piedras que se fueron colocadas después ordenadamente. En algunos casos todavía  podemos reconocer la huella, la cicatriz que tal actividad produjo. A veces se extrajo piedra para una única construcción, y a veces era un único yacimiento el que abasteció a un territorio más o menos amplio durante generaciones hasta su agotamiento, o hasta que la dificultades de  extracción y transporte encarecían costosamente el suministro. Además hay que tener en cuenta que casi todos los terrenos tienen un dueño, y que por lo tanto, el material no resultaba gratis. Y que determinados trabajos exigían que el material reuniese una serie de condiciones. Por lo general se reconoce que siempre que se podía se escogía un material más compacto para los cimientos y la zona del edificio que está en contacto con el terreno, un material homogéneo y fácil de labrar (la piedra franca o mollar) para los trabajos de talla fina y un material ligero para cubrir los espacios en el caso de que hubiera bóvedas. Esto significa una diversidad de procedencias y por lo tanto tener que recurrir a varias canteras. 

El transporte era también un asunto complicado, porque "abrir cantera" implicaba a su vez tener que construir o acondicionar caminos. Los materiales lujosos procedían también de lugares lejanos. Parece que antaño los constructores se encomendaban a estas tareas con bastante ánimo. Las columnas marmóreas del Palatium del Parque arqueológico de Carranque (finales del s. IV d.C.) proceden de varias canteras de Anatolia y  del Mediterráneo oriental. La columna de la fotografía está tallada en marmor phrigium, cuyas canteras todavía se explotan en Afyon (Turquía). Seguramente no fue encargada ex profeso y dio varios tumbos por  los principales puertos comerciales del Mediterráneo hasta llegar hasta aquí. Pero sigue habiendo más de 4.000 km. entre el yacimiento y la construcción.

Las épocas de gran actividad constructiva han dejado canteras que podemos considerar monumentales, como la cantera romana del Médol, que abasteció a la antigua Tarraco (hoy Tarragona), y las latomías de Siracusa, carvernas artificiales que una vez amortizadas como canteras, tuvieron otro usos, como prisión. Es famosa la llamada Orecchio di Dionisio, bautizada así por el pintor Caravaggio.

Ejemplos tan impresionantes no nos deben hacer olvidar los innumerables frentes, cuevas, acantilados, cortados y  hoyos que hay todavía próximos a los núcleos de población más pequeños y que testimonian el origen primero de sus monumentos y construcciones. Los de las ciudades grandes desparecieron con su expansión urbana (salvo casos raros, como la de Las Pedreres, en Girona). En ocasiones la propia cantera, al aprovecharse un estrato subyacente, se colmata una vez extraída la piedra (piedra de Villamayor, popularmente conocida como "piedra de Salamanca" ); los caminos de concentración, los vertederos descontrolados, los movimientos de tierras en fincas rústicas y la vegetación han desfigurado u ocultado también muchos de los lugares donde nuestros monumentos empezaron a ser realidad.


Antigua cantera de arenisca roja en el paraje "La Lastra", cerca de Medinaceli (Soria). En un primer momento se utilizó para proveer de material a las construcciones del municipio romano de Ocilis (Medinaceli villa), extrayéndose grandes bloques. Posteriormente sirvió para sacar losas y piezas más discretas ('lastras' o 'lanchas'). Fotografía tomada en el año 2003. 




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3 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
annymous dijo...

Ok

Rosa dijo...

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